Blog - Marta Pato
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Hace 18 años, el psicólogo Arthur Aron consiguió que dos extraños se enamoraran en su laboratorio con 36 preguntas. Bajo el hechizo de Cupido, Daniel Arrow quiso probarlo. Localizó el test en Google y recreó el escenario en Tinder. Chateando con Helen Heart, Daniel encontró al fin una idea original para la primera cita. Se encontarían en el Museo Correr de la Piazza di San Marco. Cada uno llevaría puesta una máscara veneciana y el cuestionario contestado. En silencio, se intercambiarían las respuestas. Una vez leídas, se quitarían las máscaras y se mirarían fijamente a los ojos durante 4 minutos, tal y como proponía el experimento. Así lo acordaron y así lo hicieron.

¿Cómo explicar el TDAH con un storytelling?

Es la historia de TDAH. Desde pequeña su lugar preferido de la casa era la cocina. De manera natural permanecía quieta con los cambios de pañal en la mesa de formica. En la adolescencia, los electrodomésticos le ayudaban más que el café a preparar los exámenes. Cuando bebía uno, pasada la una de la madrugada, el sueño la vencía una hora más tarde aunque añadiera Coca-cola. Le gustaba el vibrante sonido del frigorífico, no por su parecido al de los mosquitos, sino porque ese familiar zumbido se daba al principio del verano, justo cuando comenzaban las vacaciones. La lavadora era su favorito. El traqueteo la concentraba. Simulaba un avión calentando motores. Lo mejor era cuando llegaba al programa de centrifugado. Entonces el avión despegaba. Tal vez esa fuera su primera práctica de meditación. Sentada. Quieta. Pies firmes en la horizontal de la Tierra. Espalda recta, muy recta, en vertical ascendente apuntando al Universo Infinito. Como en esa foto que evidencia sin lugar a dudas las maneras para la postura de loto. En la cocina, de finales de los 60, fue consciente por primera vez de la frecuencia de ondas alfa y delta en su cerebro mientras miraba con suma atención el hipnótico movimiento del tambor de la lavadora. Más tarde llegarían el Vipassana y el ZaZen. Fue de las primeras raritas en estas prácticas mientras a la mayoría de la gente les sonaba a chino.

¿Sabías que una vida feliz se entrena?

Una vida feliz no está reñida con el cerebro aunque esté regido por ondas de distinta frecuencia. Entre alfa y theta y theta y delta surgen estados de relajación donde la creatividad despliega las cualidades más auténticas. Cuando accedemos a estos niveles de consciencia aparecen soluciones a problemas y conflictos que de otro modo no llegan. En estos espacios los hemisferios cerebrales funcionan en sincronía, uniendo el pensamiento concreto, del hemisferio izquierdo, con el pensamiento abstracto, del hemisferio derecho. El cerebro es un sofisticado computador holográfico que crea realidades en función de lo que imagina. Tenemos la capacidad natural de reinterpretar lo que llamamos realidad y ser felices.

¿Tienes una vida feliz?

Llevo días haciendo esta pregunta. Me he encontrado con caras de póquer, sonrisas nerviosas y voces que balbucean imprecisión. Pocos han respondido de forma convincente un SI con mayúsculas. Nos asusta más ser felices que seguir buscando permanentemente la idea de felicidad. Somos expertos en apegos, inercias y hábitos conocidos. Nos cuesta mucho desprendernos, superarnos y enfrentarnos a quienes somos.

Un proverbio oriental dice que las mujeres son como los monos. Antes de continuar, quiero incluir también a los hombres. Las mujeres y los hombres somos como monos, no soltamos una rama hasta que no tenemos otra bien agarrada. Ellas por protección, ellos por apoyo. Así nos movemos de rama en rama, de árbol en árbol. Nos comportamos como pequeños “monitos y monitas” que no crecen como adultos. Y no me refiero a gorilas. Se acabaron los bypass espiritualoides y los velos químicos que tapan lo que está sucediendo. La realidad no duele. La realidad es. Duele el sufrimiento al que nos agarramos por ignorancia y distorsión. Duele la mirada que no alcanza a vislumbrar lo que es, tal cual es. ¿Te has fijado alguna vez detenidamente en las parejas que hay a tu alrededor? ¿En la tuya sin ir más lejos? ¿Cuántas son de “monita con monito”? ¿De “monita con papá mono”? ¿De “monito con mamá mona”? Deténte un momento. Toma unos minutos. Piénsalo bien. ¿Te imaginas enredado en la misma selva de siempre toda la vida salta que te salta? ¿Qué sucederá este año, el que viene, en el 2020, 2050, en el 3000...? ¿Acabaremos como en el planeta de los simios?

¿Quieres motivar a tu cerebro?

11 sencillos pasos para motivar a tu cerebro.

¡Ocúpate de la higiene cerebral!

  1. Stop a la queja propia y ajena.
  2. Para la protesta propia y ajena.
  3. Prohibidas las relaciones desde la queja y la protesta.
  4. Limpia el espacio: armarios, casa, oficina, ordenador...
  5. Cuida lo que comes y lo que escuchas.
  6. Haz ejercicio. Duerme. Descansa. Respira conscientemente. Medita.
  7. Promete cuidarte, amarte, respetarte, hoy, mañana y pasado mañana, también.
  8. Practica el sentido del humor. ¡Mucho humor!
  9. Sé muy sincero contigo misma, contigo mismo y auténtico con los demás.
  10. Mantén relaciones constructivas donde crear y generar fortalezas en vez de destruir.
  11. Reconoce tus cualidades y valora los progresos en este entrenamiento.
Etimológicamente del latín “motivus” movimiento, motivo y el sufijo “-ción” acción, efecto, motivación es el motivo de una acción. El motor que nos permite actuar.
  • ¿Cuáles son tus motivos?
  • ¿La obligación, la inercia, el miedo, la duda?
O, por el contrario
  • ¿El compromiso, el propósito, la confianza y la libertad?

El cerebro recuerda y anticipa. Continua e incesamente calcula, memoriza y hace predicciones. Cuando el resultado de una acción mejora lo esperado el hipotálamo libera dopamina. La novedad estimula nuestro cerebro porque las recompensas inesperadas producen este neurotransmisor que ayuda al proceso de aprendizaje. El sistema dopaminérgico también se activa mucho al realizar actividades sociales. Es por ello que aprendemos más y mejor en contacto con los demás y sobre todo cuando surgen vínculos afectivos. 7 elementos clave Los factores sociales son importantes e influyen en la motivación. Sin embargo, la motivación intrínseca es aquella que sentimos cuando dedicamos tiempo a una actividad que nos apasiona muchas veces en soledad. 1.- Curiosidad Asegurarnos la supervivencia nos coloca en un área de confort difícil de sobrepasar. Este instinto nos coloca en situaciones difíciles para traspasar esta barrera. A pesar de que nos delimitamos por supervivencia, también somos curiosos por naturaleza. Cuando algo despierta nuestra curiosidad activamos mecanismos emocionales para enfocar la atención. Por eso aprendemos y salimos de la dormilera de la comodidad.